viernes, 11 de noviembre de 2011

ME-GA-DE-ME-GA-DE-Aguante-ME-GA-DE...!!!



Vayamos al grano. Ir a ver a Megadeth en Argentina es algo tan autóctono y anecdótico como ir a ver un Boca-River. Si bien los argentinos somos tan presuntuosos que para suicidarnos sólo debemos tirarnos de nuestro propio ego, es innegablemente cierto que la Megamuerte tiene una relación especial con nuestra tierra. Juegan, como quien diría, de local.
¿Quién podría olvidarse de esa ESPECTACULAR imagen del Colorado “Pasión” Mustaine tocando la guitarra cual hippie roñoso en Plaza Francia con los pibes? Ni empecemos a hablar del mítico “Megadé, Megadé, Aguante Megadé” y todas sus variantes igualmente copadas.
Esto hace que cada vez que viene este monstruo del thrash, por más seguido que esto sea (¿ven que nos quieren?), sea un evento inolvidable. Una noche donde no es nada extraño ver a monos gigantes, peludos, barbudos, de tremebunda panza cervecera, llorando como porristas premenstruales ante la emocionante y conmovedora imagen de cuatro grosos (porque no hay otra palabra para describir a estos maestros del Heavy) agitando las chapas. Una noche, mis amigos, para recordar.
.
Eran las 18:16 del viernes 10 de noviembre, y yo ya estaba en la puerta del Estadio Cubierto Malvinas Argentinas, luego de recorrer esa laberíntica, confusa y Escheriana escalera/rampa que hasta este momento sigo maldiciendo. Como es usanza en el género metalero, proliferaba una apabullante mayoría testicular. Considerando que guindan dos por cada espécimen masculino (en condiciones estándar, por supuesto), es justo decir que fue un recital puro huevo. Como siempre, entre cantidades increíbles de cerveza, y cantitos emocionados, seguidos por el “chicos, en una línea, no empujen; las entradas EN LA MANO” de los patovas, se fueron introduciendo las casi 8000 personas que coparon el estadio.
Recital heavy metal implica asistencia perfecta, y esta no fue la excepción.
Esto era tangible mientras miraba desde arriba y veía ese mar de gente, agradeciendo que esta vuelta a mí me tocara estar arriba, cómoda y ufana como gallina clueca. Eso sí, cuando empezaron desde abajo con el hostil y poco refinado “platea se la come, el campo se la da”, no pude con mi genio y comencé a vociferar atrocidades piratescas mientras ponía en duda la reputación de las madres de la amalgama de cretinos profanos esos.
Las profanidades se vieron detenidas cuando la banda argentina Serpentor se encargó de calentar los motores de un estadio palpitante. Con su efectivo tupá-tupá, el thrash guerrero y contestatario llenó los oídos de un público ansioso que pudo encontrar sosiego al hacer unas decentes “ollas” y respetable pogo. Decente y respetable no son precisamente palabras que retraten fidedignamente al verdadero cuadro de la escena: Serpentor es de la escuela del metal “de alpargatas”, ese metal argento; medio trunco, medio combativo y totalmente hostil. Sin lugar a dudas, la banda de Guillermo Romero supo hacer, con sus cuatro temas, una previa digna para un público de fieras hambrientas de heavy.

Para continuar, llegó la lagrimita nostálgica de la noche. Los consumados fanáticos del
Heavy nacional pueden imaginarse la emoción de una camarada que está viendo, por primera vez en su vida, a Malón. Si bien esta servidora se divierte imitando la voz de Ricardito (mi amigo personal, el señor Iorio), no se puede negar que hubo un elemento más que emotivo en ver a estos grandes de la movida nacional juntos otra vez. La banda de Claudio O’Connor (que tenía puesto un sombrero cowboy símil peluchito con una calaverita; estos muchachos precisan un modisto urgente) y Antonio “Tano” Romano nos convidó con unos pocos pero sentídisimos temas; en donde el público volvió a demostrar un amor imperecedero por los míticos Dioses del heavy argentino.
Los cantitos, ollas, saltitos, y unos muy femeninos gritillos de mi parte se multiplicaron y revolucionaron cuando los muchachos tocaron “Tú eres su seguridad” y “Gatillo Fácil”, clásico que sigue atravesando generaciones. Había que verle la sonrisa bonachona al “Tano”, un tipo que, personalmente, quiero sea mi tío copado, de esos que te llevan a algún bulín de mala muerte a tomar una cerveza a escondida de tus viejos. Los chavales estaban más que felices de estar tocando frente a esos gordos sudorosos, que nunca dejaron de ser los pibes fisuras que chupaban birra en las esquinas de Liniers. Y esos gordos sudorosos, a su vez, entregaron todo en un agite más que memorable que marcó el regreso (esperemos que prolongado, luego de ese impasse bizarro del 2001) de una banda más que extrañada en la escena nacional.
.
Aunque la emoción de ver a Malón fue un paño frío para las bestias, a hacia las 21hs el público estaba expectante y nervioso con el frenetismo de caballo a punto de ser castrado. Eso implica que se la van a agarrar con todo, particularmente con todo aquello que se cruce por el escenario. El pobre ‘roadie’, que afortunadamente no entendía castellano, tuvo que soportar el bardeo de la población general constituyente allí reunida. Es genial, asimismo, la facilidad argenta para convertir todo en cantito de cancha. El “hi-jo-de-pu-ta (acompañar con ademán de agite de cancha)” fue escuchándose con mayor asiduidad, alternándose con el clásico local “Megadé, Megadé” hasta que, con casi 20 minutos de retraso, las luces se apagaron y el público aulló. El ritual había comenzado.
.
Ahora viene lo complicado. Es cierto que, para ser un excelente periodista, hay que objetivizar las situaciones y ajenizar los sentimientos para hacer un reconto fiel de lo ocurrido. Siguiendo esta línea, y tomando como parámetro mi vasta experiencia recitalera, es cierto que fue un recital de corta duración y es más cierto aún que el sonido dejó mucho que desear. Los escasos setenta minutos de recital compaginaron apenas trece temas en donde el rugido enaltecido del público superó con creces la voz del mismísimo dios de cabellos de cobre, donde el sonido en general fue bajo.

Pero, como diría algún locutor deportivo, ¡QUÉ SELECCIÓN, PAPÁ! Mientras se escuchaban los tambores primales del primer tema de la velada,
Trust, el público se entregó totalmente a ese sentimiento de pertenencia metalero, de agite, aguante y Termidor encanutado (aprovecho esta oportunidad para agradecer a los copados anónimos que me convidaron de su nutritivo tetra). Fue un setlist diseñado para encumbrar y exaltar al fanático, que recompensó con un agite como pocos he visto, pero bien clásico para Megadeth. Completa y con fritas: coreo de riffs, solos de batería y guitarra, aplausos rabiosos, saltos, revoleo de remeras (negras, obviously), ollas masivas (desde arriba pude ver cómo un pobre e infortunado cocacolero era engullido por la loca y ciega vorágine de pelilargos empapados de transpiración… asumo que la lubricación le facilitó una salida digna de un escapista), pero más que nada una alegría casi palpable que nos atravesaba al medio.

Si esto fuera una cancha, el baterista
Shawn Drover nos queda atrás, sonriente y prodigando doble bombos a gusto y piacere; mientras que la tripleta David Ellefson-Mustaine-Chris Broderick nos queda de 8, 10 y 11, una ofensiva que da de guadañazos sin que el referí vea, mientras que ese colorado pasión te gambetea bocha tras bocha y te mete banda de goles. Entre la goleada olímpica encontramos temas como “In my Darkest Hour”, donde más de uno enjuagó una lagrimita por el amigo Burton, caído entre los dioses. Es llamativo el hecho de que Mustaine use casi exclusivamente guitarras Dean, en honor a otro mártir metalero, el amigo, compañero y juerguista profesional Dimebag Darrel. Clásicos como “Hangar 18”, “She-Wolf” y la muy extrañada “Angry Again” generaron movimientos en las placas tectónicas; ninguna duda debe surgir cuando enteremos de que un tsunami arrasó India a consecuencia de esta indiada metalera. In Nomine Coloradus, amen; está todo bien.

Sin embargo, todo fue eclipsado cuando ese comienzo filarmónico dio comienzo a uno de los grandes himnos metaleros,
“Symphony of Destruction”. Catástrofe sin sentido, cataclismo, anarquía y paredes temblando en un Malvinas que estallaba de gente saltando, poseída por el espíritu del thrash. Sin lugar a dudas, vivir el pogo de “Sinfoní” en Argentina tiene que ser una de las experiencias más heavys del mundo. Levemente eclipsado, sin embargo, porque al amigo Broderick le pintó juntarse para corear, con tan mal tino que su micrófono estaba bastante más fuerte que el de Mustaine. Sólo digamos que existe una razón para que ese hombre toque la guitarra nomás; único momento en el que agradecí verdaderamente el rabioso coreo popular. Para contrarrestar un poco con tanto metal, la intensa “A Tout le Monde” le dio excusas a más de un metalerito para abrazar a la pibita de turno. Yo, comprometida con el coito, prendí mi encendedor (sí, ¡dígale NO a los celulares!) y me quemé estúpidamente con la chapita, con lo cual, perdí medio tema mientras frotaba energúmenamente mi dedo herido contra mi pelo, siguiendo la recomendación de un hombre de dudosa pinta.

Confieso que tuve un soplo de pánico.
Megadeth estaba tocando el clásico “Peace Sells”, cuando un Rattlehead inmenso, empilchado con traje, un tanto acovachado y malo como el mal, comenzó a señalar azarosamente al público en lenta imitación de La Parca. Esta ruleta rusa se detenía de pronto en algún desventurado espectador, y entonces esa criatura aberrante pasaba su esquelética mano por su cuello, en ademán de “te voy a filetar tutto”. Yo juro que me señaló a mí. Y hoy es 11-11-11. Mi miedo aún no subsana.

Si bien hicieron presentación de su nuevo disco
TH1ERT3EN (tarea para el hogar: si no lo escucharon, háganlo, ¡está tremendo!) con dos temas, imperaron más los temas más queridos y conocidos por el público; incluyendo el clasiquísimo y semi étnico "Holy Wars...The Punishment Due" y el lunático “Sweating Bullets”. El show cerró con la revoleada magnánima de púas, muñequeras y palillos de batería, y el clásico saludo abrazados. “¡Nosotros fuimos Megadeth; ustedes fueron geniales!”
.
En conclusión, mientras salía del estadio, y caminaba como zombie entre un montón de placares mojados de sudor; sólo podía bendecir mi suerte de haber sido parte de este ritual casi pagano, tan íntimo, tan cómplice. En mi cabeza, la única forma que tengo para explicarlo se manifiesta en un pequeño zumbido in crescendo… “Me-ga-dé-Me-ga-dé-aguante-Me-ga-dé….”

Comentó: Gabriella Botello, para OXIDO.-

8 comentarios:

  1. Excelente cobertura, con sentimiento y por tal motivo se pierde un poco la objetividad pero esto no se trata de comentar la verdad absoluta sino la vivencia de un show. He leído por ahí una crítica destructiva del show y parecía escrita por un hippie o un wachiturro. Que el recital fue corto no hay dudas. Que el público se escuchaba mas que la voz de Dave tampoco se duda. Que las violas estaban bajas es verdad. Pero el show fue excelente. Tuve la suerte de ir el miércoles y noté un Mustaine de muy buen humor y meter 13 temas en poco mas de una hora fue bestial porque uno salió agotado pero nuestro amor y masoquismo nos pedía mas pero se salió feliz y agradecido. NO hubo reproches del público sino todo lo contrario, la unión Megadeth-Argentina es inquebrantable y esto lo demostró (una vez mas)

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por tus palabras, Elio.

    Nos parece que interpretaste exactamente la crónica en tu primera y segunda frase... :)

    Un gran abrazo!

    ResponderEliminar
  3. felicitaciones ´por la reseña, si bien, hay mucho sentimiento en la misma, hay mucha verdad, que contrasta enormemente con el "odio" desmedido de algunos hacia el show, creo que los videos que hay por la net, hablan por si solos,felicitaciones y algo que se forma desde la génesis del corazón no lo van a destruir comentando con "bronca sospechosa"pd: colorado por siempre.

    ResponderEliminar
  4. Creo que la objetividad periodística e sun mito que entorpece la lectura y la redacción. La honestidad intelectual es siempre lo primero y siempre aclaro cuál es mi postura cuando empiezo una nota. Si la titulo "Aguante Megadé" creo que queda claréeeeesemoh. Gracias a todos por los piropos :D
    Sinceramente, creo que fue una buena presentación. . Sí, con un sonido de MIERDA (porque de verdad que era auténticamente doloroso). Sí. De trece temas... Pero qué temas, papá. Habrá que creer en la numerología, ¿no?
    Me parece ridículo resentir a una banda por una selección quizá basada en criterios a lo que no estamos acostumbrados. Fue un show para fanáticos y de grandes éxitos, pero con MONSTRUOS como Malón (MALÓN, CARAJO!) sobre las tablas! Si bien me parece de dudoso racocinio el hecho de que el show no se extendiera más que 70 minutos (el Colo conoce al público argentino, sabe que es víctima de pasiones que pueden enaltecerlo o detestarlo), siemrpe es mágico ver a un monstruo del Thrash haciendo lo que mejor sabe.
    En fin, depende de cada quien :) Grazie mille a tutti :D

    ResponderEliminar
  5. Ya con el título de la cobertura, nadie la puede acusar de deshonesta por ponerle un toque de emoción a sus palabras, Miss Botello... ;)

    Saludos a todos!

    ResponderEliminar
  6. Solo vengo a decir que me encantó lo de metal "de alpargatas". Muy atinado. Saludos.

    ResponderEliminar
  7. Excelente comentario!!!!!

    ResponderEliminar
  8. Gracias por sus reconocimientos hacia la crónica y la cronista, saludos!!

    ResponderEliminar