martes, 29 de noviembre de 2011

MAYAN en El Teatro Colegiales, 24/11/2011

Fue un jueves realmente caluroso el 24 de noviembre... y después de un viaje en subte, cual ganado, llegamos al barrio porteño de Colegiales, mas precisamente al Teatro, para presenciar el debut en Argentina de MaYaN, una especie de proyecto paralelo a Epica, del músico holandés Mark Jansen.
Se había dado a conocer que iba a haber una banda telonera (Iskemia), y efectivamente, cuando arribamos al recinto estaban con sus equipos, esperando para armar y tocar. Aparentemente fueron "problemas técnicos" las razones por las que Iskemia no se presentó, asi que la espera hasta la presentacion del show principal se hizo bastante tediosa.

A las 21 hs. comienzan a subir lentamente al escenario los miembros de MaYaN: Jack Driessen (teclados, ex After Forever), Frank Schiphorst (guitarra, ex Symmetry), Isaac Delahaye (guitarra, Epica), Arien van Weesenbeek (bateria, Epica), Rob van der Loo (bajo, quien fuere miembro de Delain) y el fundador, compositor y frontman de la banda (al igual que lo es de Epica): Mark Jansen, que se encarga de la voz gutural, de los ‘’grunts and screams’’.

Abrieron el show con ‘’Symphony of Aggression’’, de su unica placa hasta el momento: ‘’Quaterpast’’, editada en mayo del corriente año. Durante el transcurso del tema, subieron dos de los tres miembros que faltaban al escenario, y que forman parte de este tour: los vocalistas Henning Basse (de Sons of Seasons) y Simone Simons (Epica).

Saludos de Jansen (quien estuvo en contacto permanente con la gente, posee un gran carisma y es un destacado frontman) y fue el turno de ‘’The Savage Massacre’’. El sonido fue claro desde el principio. Llegarian posteriormente ’’Quaterpast’’ y ‘’Course of Life’’.

Luego fue el momento de ‘’Essenza di te’’, interpretada por la soprano Laura Macri, que tambien forma parte del tour de MaYaN. Excelente lo de la italiana, que posee una maravillosa voz. No menos puedo decir de Basse y de la muy conocida por estos lares Simons. Creo que los vocalistas se roban gran parte del show, lo que no significa desmerecer a los demas miembros.

A Mark Jansen ya nos referimos, y sobre los demas musicos debemos decir que se desenvolvieron con mucha profesionalidad y calidad sobre las tablas.

Se vendría el primer cover de la noche: ’’Incentive’’ (tema de Epica, incluido como bonus track en algunas ediciones del CD "Design Your Universe", del año 2009) en la voz de la señora Simons. Pasado este momento, llegó ’’Celibate Aphrodite’’, y ya esa altura del show, el sonido era aplastante. Les puedo asegurar que MaYaN en vivo es una máquina de machaques de guitarra, un sonido de bajo bien definido y una bateria que parece nunca parar. Ni hablar del teclado de Driessen, que aparece en los momentos justos, tanto para bajar los decibeles y llevarnos a terrenos de lo sinfónico, como para ocultar alguna imperfección, si es que la hay. Y tanto Jansen, haciendo las voces guturales, como los demás vocalistas, repetimos: excelentes.

Algunas palabritas de Basse, en las que elogió a Iron Maiden, y la banda, con solo él en la voz, hizo una especie de mix con varias canciones de la Doncella de Hierro ("The Number of the Beast", "The Trooper", "Fear of the Dark", "Run to the Hills").

Pasado este pasaje del concierto, sería ’’Bite the Bullet’’ el título que usarían para dar por finalizado el show, aunque se sabía, faltaba algo mas.

Regresa al escenario -entre tenues luces-, la talentosa Laura Macri, esta vez para interpretar una obra de Giaccomo Puccini (compositor italiano de opera): ’’O Mio Babbino Caro’’.

Continuarían los bises con ’’War on Terror’’, unico tema que es cantado solamente por Mark Jansen; y posteriormente llegaría ´´Sinners Last Retreat´´. Mark volvió a agradecer y anunció que iba a haber dos sorpresas. Y vinieron: "Cry for the Moon" (de Epica, incluido en ‘’The Phanton Agony’’, del año 2003) y "Follow the Cry" (de After Forever, del disco ‘’Prison of Desire’’, del 2000), en la voz de Simone ambos, y con los coros de Laura Macri. Fue pintoresco el momento en el que ambas sacudían la cabeza como auténticas metalheads.

Agradecimientos y saludos; y el anuncio de Jansen: ’’Nos vemos el año que viene con Epica!’’.

Dió a entender que la continuidad de MaYaN es incierta. Su gira finalizaba unos dias posteriores al show comentado, y no hay nada por delante en su futuro. Seguramente porque todos tienen sus proyectos, y algunos de ellos, en bandas ya muy afianzadas en la movida.

Asi que si MaYaN fue solo un proyecto de un disco y una gira, muy buen trabajo han hecho. Y si hay una continuación, bienvenida sea al mundo del Metal...

Setlist:

Symphony Of Aggression
The Savage Massacre
Quarterpast
Course Of Life
Essenza Di Te
Incentive (Epica cover)
Celibate Aphrodite
Iron Maiden mix (The Number of the Beast, The Trooper, Fear of the Dark, Run to the Hills)
Bite The Bullet

Bises:

O Mio Babbino Caro (Giacomo Puccini)
War On Terror
Sinner's Last Retreat
Cry for the Moon (Epica cover)
Follow In The Cry (After Forever cover)

Muchas gracias a Diego Perri, encargado de prensa de la productora Volumen 4, por su gentileza para con nuestro medio!

Comentario y fotos: Iván Marchesani, para OXIDO.-

lunes, 14 de noviembre de 2011

BLOODPARADE en Club M, 12/11/2011

Lugar complicado este Club M -al cual llegábamos por primera vez-, para que toquen bandas profesionales. Este sitio queda en la zona de Palermo (Niceto Vega al 5700), y parece un pequeño pub bailable, con una capacidad supuesta de albergar casi cuatrocientas personas, cosa que viéndolo, asoma como poco probable.

El mayor problema del Club M es el escenario, si es que se puede llamar así a ese reducido perímetro a ras de piso donde los músicos prácticamente no pueden moverse, porque el escaso espacio físico queda ocupado por la batería y los equipos. Realmente, una banda con los kilates que BLOODPARADE ha sabido ganarse dentro de la escena argentina, nos parece que no puede tocar en este lugar.

Los contratiempos empezaron temprano, porque teóricamente las puertas del antro se iban a abrir a las 20 hs., pero recién lo hicieron pasadas las 22 hs.. O sea, varias personas llevaban aguardando más de dos horas afuera del lugar cuando finalmente se pudo ingresar. En ese interín, escuchábamos como ambas bandas -BLOODPARADE y sus invitados Moonlight Asylum-, probaban sonido. Voces por ahí afuera culpaban de la demora a la ausencia de uno de los sonidistas que debía ayudar a una de las dos agrupaciones, pero desconocemos si eso era verdad.

Finalmente conseguimos entrar al lugar, donde observamos las carencias del susodicho Club M, las cuales eran bastante notorias.
Pasadas las 22:15, los invitados Moonlight Asylum empezaron su presentación, la que se prolongó por aproximadamente media hora, durante la cual descargaron su poderoso sonido EBM/Gótico/Industrial con guitarras pesadas. La propuesta de Moonlight Asylum se basa en canciones pegadizas y bailables, aunadas a la fuerza de la guitarra de Joaquín Estrada. Las baterías, teclados y sintetizadores son sampleados durante la performance de la banda, quedando en vivo la mencionada viola, el bajo de Matías Ybarra, y las voces de Brian Swan y Carla Piñeiro, las cuales alternan pasajes guturales o gritados con momentos limpios, más calmos. Ambos vocalistas le ponen mucho empeño y buena onda a sus labores, y eso aporta a redondear la actuación del combo.
Ya habíamos visto a Moonlight Asylum antes, en un par de oportunidades, y siempre nos gustó lo que hacen; esta vez no fue la excepción, máxime tomando en cuenta las dificultades que presentaba el escenario, su estrechez y los inconvenientes para trabajar. Pulgar para arriba para ellos, una vez más.

Cerca de media hora después, iba a dar el puntapié inicial a su actuación la banda principal de la noche, BLOODPARADE.
Dicho inicio se dió con la proyección de un video sobre una pantalla lateral al escenario, que sirvió a modo de intro hasta que los músicos -conformados en esta oportunidad como cuarteto, sin segunda viola- arrancaron con ese sonido tan característico que han sabido imponer como su marca de fábrica dentro de la movida nacional, y que los tiene como líderes en su rubro.

Patricio Castelli como único guitarrista, Claudio "El Pastor" Filadoro en el bajo, Mariano Miranda en batería y Brenda Jezabel Cuesta en la voz conforman BLOODPARADE, banda que durante 2012 estaría cumpliendo su primer década de existencia. Con tres trabajos discográficos en su haber, "Pain Exposed" (2005), el e.p. "Take my Blood" (2007) y "State of Trance" (2008), se las han ingeniado para tocar en todos los escenarios posibles, desde la imponencia del estadio de Racing teloneando a Rammstein, pasando por el legendario Luna Park junto a Rasmus o el mítico Estadio Obras junto a Fear Factory, hasta lugares no muy adecuados como este endeble Club M.

Los músicos empezaron a lidiar con los mismos inconvenientes que sus predecesores: dificultades para moverse, problemas de sonido, enredo de cables, falta de ventilación. Pero como dijimos, BLOODPARADE es una banda que ha sabido ganar mucha experiencia durante estos casi diez años, y capeó el temporal con la mejor onda, especialmente personificada en Brenda Jezabel, que es capaz de disfrutar -y transmitir ese goce a los demás- hasta de los shows más trabajosos y complicados.

Musicalmente, el trío Castelli / Miranda / Filadoro sonó con la contundencia y la destreza de siempre: una guitarra poderosísima, un bajo demoledor y una batería que nos gustó muy especialmente esa noche; para nosotros fue el instrumento que mejor se adaptó a las escasas posibilidades que ofrecía el reducto.

Y Brenda Jezabel, bueno, no por nada es la mejor frontwoman de Argentina: canta y hace cantar, disfruta y hace disfrutar, se divierte y hace divertir. Ya sea con voz limpia o gutural/extrema (y hasta usando su característico megáfono!), lo de ella es siempre súper versátil y destacado. Muy comunicativa con su público, dialogó con todos entre tema y tema, aportando siempre una sonrisa a su actuación.

Dicho público -que rondaba las doscientas y pico de almas- apoyó a full a los músicos, especialmente un nutrido grupo que se apretujaba contra la minúscula valla que los separaba del improvisado escenario. Esta escasez de espacio les permitió a los fans más fervorosos interactuar intensamente con el cuarteto.

En cuanto al repertorio, durante la aproximadamente una hora que duró el espectáculo, los músicos recorrieron los mejores temas de su discografía ("Feelings Around Me", "Nunca Más" -en español, rotundo hit-, "Waiting For The Horror", "From Fire", "Can Ignore", "Exhale Again", entre otros), sumado a un logradísimo cover de la ochentosa artista pop londinense Kim Wilde: "You Keep Me Hanging On", otra verdadera perla adaptada al sonido típico del grupo.

Transcurrida esta hora de recital, pasada la medianoche, la banda procedió a agradecer, saludar y despedirse, no sin antes darse tiempo para que Brenda les regalase un souvenir a todos los que se acercaron a recibirlo. Gestos como ése, tan simples y sencillos (sumados a sus cualidades artísticas, obviamente!), son los que la transforman en diferente.

Con la salvedad de que ésta fue la única presentación de 2011 para BLOODPARADE en Capital, y mientras esperamos la salida de su próximo álbum en 2012, nos queda desear que la próxima vez que los veamos sea en un lugar que ofrezca mejores posibilidades de trabajo a los artistas, lugares que lamentablemente no abundan demasiado en la Buenos Aires de estos tiempos.

Videos:
"Can Ignore": http://www.youtube.com/watch?v=pj7VxeYcszs
"The Betrayal Looks At You": http://www.youtube.com/watch?v=XELd6fTaLuM
"From Fire": http://www.youtube.com/watch?v=tmAG0kjnkJ4
"Nunca Más": http://www.youtube.com/watch?v=q1svFpwatO0
"You Keep Me Hanging On": http://www.youtube.com/watch?v=OFHL_K3lQQk

Comentario, fotos y videos: Javier Parente, para OXIDO.- 

viernes, 11 de noviembre de 2011

ME-GA-DE-ME-GA-DE-Aguante-ME-GA-DE...!!!



Vayamos al grano. Ir a ver a Megadeth en Argentina es algo tan autóctono y anecdótico como ir a ver un Boca-River. Si bien los argentinos somos tan presuntuosos que para suicidarnos sólo debemos tirarnos de nuestro propio ego, es innegablemente cierto que la Megamuerte tiene una relación especial con nuestra tierra. Juegan, como quien diría, de local.
¿Quién podría olvidarse de esa ESPECTACULAR imagen del Colorado “Pasión” Mustaine tocando la guitarra cual hippie roñoso en Plaza Francia con los pibes? Ni empecemos a hablar del mítico “Megadé, Megadé, Aguante Megadé” y todas sus variantes igualmente copadas.
Esto hace que cada vez que viene este monstruo del thrash, por más seguido que esto sea (¿ven que nos quieren?), sea un evento inolvidable. Una noche donde no es nada extraño ver a monos gigantes, peludos, barbudos, de tremebunda panza cervecera, llorando como porristas premenstruales ante la emocionante y conmovedora imagen de cuatro grosos (porque no hay otra palabra para describir a estos maestros del Heavy) agitando las chapas. Una noche, mis amigos, para recordar.
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Eran las 18:16 del viernes 10 de noviembre, y yo ya estaba en la puerta del Estadio Cubierto Malvinas Argentinas, luego de recorrer esa laberíntica, confusa y Escheriana escalera/rampa que hasta este momento sigo maldiciendo. Como es usanza en el género metalero, proliferaba una apabullante mayoría testicular. Considerando que guindan dos por cada espécimen masculino (en condiciones estándar, por supuesto), es justo decir que fue un recital puro huevo. Como siempre, entre cantidades increíbles de cerveza, y cantitos emocionados, seguidos por el “chicos, en una línea, no empujen; las entradas EN LA MANO” de los patovas, se fueron introduciendo las casi 8000 personas que coparon el estadio.
Recital heavy metal implica asistencia perfecta, y esta no fue la excepción.
Esto era tangible mientras miraba desde arriba y veía ese mar de gente, agradeciendo que esta vuelta a mí me tocara estar arriba, cómoda y ufana como gallina clueca. Eso sí, cuando empezaron desde abajo con el hostil y poco refinado “platea se la come, el campo se la da”, no pude con mi genio y comencé a vociferar atrocidades piratescas mientras ponía en duda la reputación de las madres de la amalgama de cretinos profanos esos.
Las profanidades se vieron detenidas cuando la banda argentina Serpentor se encargó de calentar los motores de un estadio palpitante. Con su efectivo tupá-tupá, el thrash guerrero y contestatario llenó los oídos de un público ansioso que pudo encontrar sosiego al hacer unas decentes “ollas” y respetable pogo. Decente y respetable no son precisamente palabras que retraten fidedignamente al verdadero cuadro de la escena: Serpentor es de la escuela del metal “de alpargatas”, ese metal argento; medio trunco, medio combativo y totalmente hostil. Sin lugar a dudas, la banda de Guillermo Romero supo hacer, con sus cuatro temas, una previa digna para un público de fieras hambrientas de heavy.

Para continuar, llegó la lagrimita nostálgica de la noche. Los consumados fanáticos del
Heavy nacional pueden imaginarse la emoción de una camarada que está viendo, por primera vez en su vida, a Malón. Si bien esta servidora se divierte imitando la voz de Ricardito (mi amigo personal, el señor Iorio), no se puede negar que hubo un elemento más que emotivo en ver a estos grandes de la movida nacional juntos otra vez. La banda de Claudio O’Connor (que tenía puesto un sombrero cowboy símil peluchito con una calaverita; estos muchachos precisan un modisto urgente) y Antonio “Tano” Romano nos convidó con unos pocos pero sentídisimos temas; en donde el público volvió a demostrar un amor imperecedero por los míticos Dioses del heavy argentino.
Los cantitos, ollas, saltitos, y unos muy femeninos gritillos de mi parte se multiplicaron y revolucionaron cuando los muchachos tocaron “Tú eres su seguridad” y “Gatillo Fácil”, clásico que sigue atravesando generaciones. Había que verle la sonrisa bonachona al “Tano”, un tipo que, personalmente, quiero sea mi tío copado, de esos que te llevan a algún bulín de mala muerte a tomar una cerveza a escondida de tus viejos. Los chavales estaban más que felices de estar tocando frente a esos gordos sudorosos, que nunca dejaron de ser los pibes fisuras que chupaban birra en las esquinas de Liniers. Y esos gordos sudorosos, a su vez, entregaron todo en un agite más que memorable que marcó el regreso (esperemos que prolongado, luego de ese impasse bizarro del 2001) de una banda más que extrañada en la escena nacional.
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Aunque la emoción de ver a Malón fue un paño frío para las bestias, a hacia las 21hs el público estaba expectante y nervioso con el frenetismo de caballo a punto de ser castrado. Eso implica que se la van a agarrar con todo, particularmente con todo aquello que se cruce por el escenario. El pobre ‘roadie’, que afortunadamente no entendía castellano, tuvo que soportar el bardeo de la población general constituyente allí reunida. Es genial, asimismo, la facilidad argenta para convertir todo en cantito de cancha. El “hi-jo-de-pu-ta (acompañar con ademán de agite de cancha)” fue escuchándose con mayor asiduidad, alternándose con el clásico local “Megadé, Megadé” hasta que, con casi 20 minutos de retraso, las luces se apagaron y el público aulló. El ritual había comenzado.
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Ahora viene lo complicado. Es cierto que, para ser un excelente periodista, hay que objetivizar las situaciones y ajenizar los sentimientos para hacer un reconto fiel de lo ocurrido. Siguiendo esta línea, y tomando como parámetro mi vasta experiencia recitalera, es cierto que fue un recital de corta duración y es más cierto aún que el sonido dejó mucho que desear. Los escasos setenta minutos de recital compaginaron apenas trece temas en donde el rugido enaltecido del público superó con creces la voz del mismísimo dios de cabellos de cobre, donde el sonido en general fue bajo.

Pero, como diría algún locutor deportivo, ¡QUÉ SELECCIÓN, PAPÁ! Mientras se escuchaban los tambores primales del primer tema de la velada,
Trust, el público se entregó totalmente a ese sentimiento de pertenencia metalero, de agite, aguante y Termidor encanutado (aprovecho esta oportunidad para agradecer a los copados anónimos que me convidaron de su nutritivo tetra). Fue un setlist diseñado para encumbrar y exaltar al fanático, que recompensó con un agite como pocos he visto, pero bien clásico para Megadeth. Completa y con fritas: coreo de riffs, solos de batería y guitarra, aplausos rabiosos, saltos, revoleo de remeras (negras, obviously), ollas masivas (desde arriba pude ver cómo un pobre e infortunado cocacolero era engullido por la loca y ciega vorágine de pelilargos empapados de transpiración… asumo que la lubricación le facilitó una salida digna de un escapista), pero más que nada una alegría casi palpable que nos atravesaba al medio.

Si esto fuera una cancha, el baterista
Shawn Drover nos queda atrás, sonriente y prodigando doble bombos a gusto y piacere; mientras que la tripleta David Ellefson-Mustaine-Chris Broderick nos queda de 8, 10 y 11, una ofensiva que da de guadañazos sin que el referí vea, mientras que ese colorado pasión te gambetea bocha tras bocha y te mete banda de goles. Entre la goleada olímpica encontramos temas como “In my Darkest Hour”, donde más de uno enjuagó una lagrimita por el amigo Burton, caído entre los dioses. Es llamativo el hecho de que Mustaine use casi exclusivamente guitarras Dean, en honor a otro mártir metalero, el amigo, compañero y juerguista profesional Dimebag Darrel. Clásicos como “Hangar 18”, “She-Wolf” y la muy extrañada “Angry Again” generaron movimientos en las placas tectónicas; ninguna duda debe surgir cuando enteremos de que un tsunami arrasó India a consecuencia de esta indiada metalera. In Nomine Coloradus, amen; está todo bien.

Sin embargo, todo fue eclipsado cuando ese comienzo filarmónico dio comienzo a uno de los grandes himnos metaleros,
“Symphony of Destruction”. Catástrofe sin sentido, cataclismo, anarquía y paredes temblando en un Malvinas que estallaba de gente saltando, poseída por el espíritu del thrash. Sin lugar a dudas, vivir el pogo de “Sinfoní” en Argentina tiene que ser una de las experiencias más heavys del mundo. Levemente eclipsado, sin embargo, porque al amigo Broderick le pintó juntarse para corear, con tan mal tino que su micrófono estaba bastante más fuerte que el de Mustaine. Sólo digamos que existe una razón para que ese hombre toque la guitarra nomás; único momento en el que agradecí verdaderamente el rabioso coreo popular. Para contrarrestar un poco con tanto metal, la intensa “A Tout le Monde” le dio excusas a más de un metalerito para abrazar a la pibita de turno. Yo, comprometida con el coito, prendí mi encendedor (sí, ¡dígale NO a los celulares!) y me quemé estúpidamente con la chapita, con lo cual, perdí medio tema mientras frotaba energúmenamente mi dedo herido contra mi pelo, siguiendo la recomendación de un hombre de dudosa pinta.

Confieso que tuve un soplo de pánico.
Megadeth estaba tocando el clásico “Peace Sells”, cuando un Rattlehead inmenso, empilchado con traje, un tanto acovachado y malo como el mal, comenzó a señalar azarosamente al público en lenta imitación de La Parca. Esta ruleta rusa se detenía de pronto en algún desventurado espectador, y entonces esa criatura aberrante pasaba su esquelética mano por su cuello, en ademán de “te voy a filetar tutto”. Yo juro que me señaló a mí. Y hoy es 11-11-11. Mi miedo aún no subsana.

Si bien hicieron presentación de su nuevo disco
TH1ERT3EN (tarea para el hogar: si no lo escucharon, háganlo, ¡está tremendo!) con dos temas, imperaron más los temas más queridos y conocidos por el público; incluyendo el clasiquísimo y semi étnico "Holy Wars...The Punishment Due" y el lunático “Sweating Bullets”. El show cerró con la revoleada magnánima de púas, muñequeras y palillos de batería, y el clásico saludo abrazados. “¡Nosotros fuimos Megadeth; ustedes fueron geniales!”
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En conclusión, mientras salía del estadio, y caminaba como zombie entre un montón de placares mojados de sudor; sólo podía bendecir mi suerte de haber sido parte de este ritual casi pagano, tan íntimo, tan cómplice. En mi cabeza, la única forma que tengo para explicarlo se manifiesta en un pequeño zumbido in crescendo… “Me-ga-dé-Me-ga-dé-aguante-Me-ga-dé….”

Comentó: Gabriella Botello, para OXIDO.-

FAITH NO MORE en Argentina: Epic No More!



Perlita: dos seres de turbias procedencias confundiéndome con una antisemita porque de mi remera se veía sólo el “No More” y confundieron los cuadrados de FNM con una estrella de David. Épico.
Frase memorable: Público: Fai’ no mor, Fai’ no mor, Fai’ no mor.
Patton: ¿Nosotros? Deberían decir “No más fe”
Situación memorable: Patton beatboxeando al ritmo de “Olé, olé, olé”
Convengamos: yo tengo un problema de índole Pattoniana –no en plan psicópata, pero en muchos países, sobre todo musulmanes, merecería una orden de restricción o pena de muerte, supongo. Soy la fundadora de la Iglesia Porteña Pattonesa y toco puertas aleatoriamente intentando convencer a los vecinos de Buenos Aires a que abracen la nueva fe. Suelo jugar a “Venía un barquito cargado de… ¡PROYECTOS DE MIKE PATTON!” con la misma asiduidad con la que mucha gente juega al Truco o va a cagar. Posta: TENGO UN PROBLEMA. Problema que pasaría por alto en muchas circunstancias, pero que difícilmente puede hacerlo cuando el Mesías se digna a aparecer Buenos Aires o alrededores, cuando mi Patton-radar se activa y comienzo a tener extraños pseudo-ataques de Mike-pilepsia.
Puede entenderse, pues, mi estado y el de muchos otros ayer. La ansiedad carcomía las uñas y hacía saltar los estómagos (cabe la aclaración, indispuestos por los papitas fritas de QUINCE PESOS que se vendían en las inmediaciones. Sí. Robo a mano armada) de las 7000 almas de la fe de Faith No More en La Paternal, en un sucucho de pésimo sonido y que difícilmente podía contener a un público que hacía gala a las 20 horas del martes 8 de noviembre de una impaciencia notable. El Estadio Malvinas Argentinas, un tugurio olvidado por Dios cerca del Cementerio de la Chacarita, era la Iglesia vestida de novia (escenario blanco y con una auténtica plaga de ramos de flores) en la que Faith No More deleitaría una vez más a la audiencia argentina que habían ya maravillado en 2009 en el Personal Fest.
Las ocho y media.
Y, de alguna manera, entré a la mítica escena del diner donde transcurre el inicio de Pulp Fiction. Viaje místico mediante, Los Tormentos empezaron a descoser sus tonos surfer/swinger sobre el escenario. Deduciblemente, una banda que emanaba ondas gloriosas, con sus camisitas iguales y sus bailes de guitarras, saltos atléticos incluidos. Con todo el garbo que permite un estilo que tiene sólo cuatro o cinco variantes, la banda hizo entretenida una espera que venía prolongándose ya una razonable cantidad de horas (Bueno, sólo dos. Pero la ansiedad mancillaba mi estómago. Me compré unas papitas y me sentí una cerda burguesa. Y luego, solamente pobre).
Nueve y media.
El papanatas que tenía al lado (que había GANADO las entradas ese mismo día, pero no paraba de decir con su igualmente aparatosa novia que les hubiera gustado más “Ir a ver el partido de tenis”) seguía explayando sus paupérrimos conocimientos musicales.
Cuarenta minutos pasadas las nueve.
27ºC. El papanatas pasó a intentar convencer a su novia que le comprara su guitarra criolla. Aseguraba saberse todos los temas de Arjona. Deseos homicidas: 95%
Cinco minutos para las diez.
Puño listo para impactar en la cara del Papanatas. 
Para beneficio de su integridad física, las luces se apagaron.
El funeral/boda comenzaba.
Faith No More entró en escena con la magia de “Woodpecker from Mars” del favorito de muchos “The Real Thing”. La entrada progresiva e instrumental, coreada por un público frenético, dejó en claro la química entre el bajo demoledor de Billy Gould y la batería envolvente de Mike Bordin. Jon Hudson y su guitarra camaleónica se descosían con el teclado de Roddy Bouttom. Y entonces, el frenesí. Patton emergió desde la blancura. “Delilah”, enganchada con precisión mecánica, demostró que la voz de barítono del cantante continúa intacta. Es que Patton es el Hendrix de las cuerdas vocales: es un hombre que beatboxea, usa el Megáfono del Poder (análogo a la Espada de Greyskull, claro), putea, maldice, hace un screamo que dejaría en vergüenza a Dani Filth, grita, se sacude, hace efectos, tiene el vibratto de Pavarotti, etcétera. Es algo así como la MiniPimer de la música: sirve para todos los usos.
Los siguientes 26 minutos de auténticos golpes en el estómago demostraron la cualidad Faithnomore-iana de que el poder y la pasión son lo suyo sobre el escenario: cada segundo que pasaba era un gancho de izquierda de Rocky que dejaba al público boquiabierto. Casi como un ritual, se desdoblaron cuatro éxitos del obligado Angel Dust: Land of Sunshine hizo vibrar al público después del muy K saludo de “Hola porteños, porteñas, ¿todo bien?” con sus risas psicópatas. El milagro vocal Pattoniano de “Vericose, comatose, senile” demostró que tanto en el Colón como en el Malvinas, su voz se precia de un color y tonalidad únicas en la escena del rock. “Be Agressive” fue el epítome del funk-metal, cantito diabólico de porrista incluidos. Poseídos por algún demonio, el público coreó: “Vamó’ Fai’ no mooooooor, fei no mooooor, fei no moreeee, vamo’ fai no more, OOOOOOH!” Primer chascarillo de la noche: “Oh! ¿Qué canción es? ¿Una canción de Charly García? ¿Un tema nacional de Argentina?” y entonces… Midlife Crisis, con un guiño al clásico disco de Chuck Mangione Children of Sánchez y con coreo del público desde los efectos del puente hasta el último estribillo gritado con una fuerza que hubiera derribado paredes. Caffeine fue el merecidísimo knock out de la sección Angel Dust.
Y bajó la bola disco. El segundo chascarrillo de la noche (¿Hace frío hoy? Si hacemos fríos, vamos todos juntos al recital de Ringo Starr) dio paso a una versión en español de la pornográfica Evidence en lo que parecía un baile de graduación yanqui. Era una de esas situaciones eróticas que daban paso a dos conductas:
A) El consabido: “Bueno, si nos organizamos, cogemos todos”
B) Buscar una filmación de
Emanuelle o porno soft de The Film Zone y ponerlo en las pantallas “gigantes” del estadio.
Pero con un Patton diciendo “You wanna feel me (Quieres sentirme?)?” creo que cualquiera de estas situaciones hubiera podido ocurrir que nadie le hubiera prestado atención.
El clima sensual se destruyó (quizá debería decir “incrementó”, pero ya deben considerarme lo bastante extraña) con Last Cup of Sorrow: hipnótica y sublime. Cuckoo for Caca y Patton parece descoserse la voz, irreconocible en un estilo que bien podía hacer honor a Phil Anselmo. Abrasiva y brillante, la batería de Bordin, con los riffs violentos de la multifacético Jon y un bajo impetuoso perfilan a este tema como uno de los más pesados del repertorio. Patton caminando en círculos, Patton agachándose, MEGÁFONO, puteadas miles, gritos CON MEGÁFONO, Patton parándose, efectos miles y la combinación gloriosa Bordin-Gould dan paso al éxito de la Aspen Easy. CON BOLA DISCO y un público que incluso sacó ENCENDEDORES (¡¿Hacía cuánto que no veía ENCENDEDORES en un recital?! Se nota que soy de la generación 2.0) y acompañó no sólo la lírica sino el solo de guitarra.
Pero la combinación de valles y montañas caracteriza a Faith No More y la audiencia, ya más descansada, palpitó el pesadísimo riff de Digging the Grave. El pogo que rompía clavículas balanceaba al estadio entero. “Olé, olé, olé, cada día te quiero más” detonó con el beatboxeo de Mike para anunciar la siempre sensual y elegante Ashes to Ashes. Everything’s Ruined volvió a mostrar la versatilidad y caprichos de la banda, preparando al público para la frenética y visceral The Gentle Art Of Making Enemies. Un Patton que termina aullando en el piso, que headbangea y que demuestra ser epítome de lo siniestro, agresivo y oscuro. Es el sacado de los gritos demoníacos de vuelta. La furia que trasmuta la voz del Dios y el bramido demuestra que la esquizofrenia musical es posible cuando King for a Day muestra que tan funky puede ser esta banda californiana.
El magnetismo de Patton quedó en evidencia con los saltos dementes y extrañamente carismáticos de Epic, quizá el único éxito global de Faith No More y que actuaría como el broche oficial del show junto con la baladita crooner Just a Man, en las que el cantante jugó a hacer escalas vocales. Empero una de las melodías más sentidas y con mayor demostración de la calidad vocal de Patton, el público endulzado pedía a gritos por más mientras Patton continuaba tirando flores (literalmente) desde el escenario.
Falso final. La audiencia con los pies clavados, saboreando la certeza única de que hasta que las luces del estadio no se prenden, el show no se acaba.
Faith No More brota de entre las flores que quedaron sobre el escenario. Y entonces, una sutil canción de cuna aciaga, funesta, combinando con la estética casi funebrera del escenario. Fatídica, una canción desconocida de un álbum nuevo que quién sabe si saldrá… Un bello regalo antes del éxito obligado We Care a Lot y sus saltos imperativos y un Mike que ciertamente parece haber sido educado en la escuela de Cypress Hill y que nuevamente muestra su capacidad pluridisciplinaria a nivel vocal.
Falso final. DE VUELTA. Un público cada vez más ansioso para ver con qué cerrarán. FNM que vuelve y Patton que calla el “Olé, olé, olé” para el bis: el besito de buenas noches en la frente y la arropada es This Guy’s in Love With You (éxito de dudoso gusto de Burt Bacharach), que sabe en la lengua al azúcar que le robamos a nuestra madre cuando no está mirando.
Se prenden las luces y se termina el encanto. El Papanatas dice algo acerca de que no entiende cómo una banda así puede gustar. Pero juro que no importa: el placer orgásmico de haber visto a FNM seguía latiendo en mi pecho y ganaba arrebatadoramente contra los deseos de arrancarle los oídos (no los precisa, CIERTAMENTE) y clavarlos en una estaca y bailar alguna danza extraña.
Amaría poder usar la palabra “Epic”, definitoria de la época de The Real Thing, pero el adjetivo ya escapa a la gloria que Faith No More demuestra sobre el escenario. Sería no sólo un cliché, sino una falta a la deontología periodística de la exactitud (pasando por alto todo el tema de la objetividad, ¿no?) y un sinónimo sería ciertamente insuficiente a la hora de describir la puesta en escena de este funeral, experiencia extrasensorial que acerca el alma a la mismísima divinidad, la belleza y la emoción. Batiendo tormentas con la voz, descosiendo infiernos, agrietando lo etéreo, descubriendo el cielo, la esquizofrenia de FNM se destaca en el escenario como una de esos ritos oscuros en los que uno comulga con algo tantísimo más grande que uno mismo. Locura es genialidad.
Faith no More ya no es épico: es tantísimo más.

Comentó: Gabriella Botello, para OXIDO.-

martes, 8 de noviembre de 2011

SATYRICON en El Teatro Flores, otros históricos del Black Metal

Teníamos que ver a SATYRICON tocando por primera vez en nuestro país. Estaba escrito. A las 19 hs. en la tarde del sábado ya estábamos saliendo rumbo al Teatro Flores, en un viaje que no debía demandarnos más de veinte minutos, pero un imprevisto inconveniente mecánico nos demoró al punto de no saber si llegaríamos antes que los noruegos subieran a escena. Finalmente el señor motor se dignó a arrancar, y pasadas las 21 hs. (horario impensado para el ingreso de la prensa, que nos impidió ver a todas las bandas invitadas) hicimos nuestra entrada en el conocido recinto de Rivadavia al 7800, justo cuando Hijo de la Aurora, la última de dichas agrupaciones, estaba finalizando su actuación. No pudimos hacernos una idea propia de su performance dado que casi no los vimos, pero gente que estaba desde temprano adentro del lugar nos comentó que fueron los teloneros más destacados, cumpliendo una sólida actividad sobre las tablas.

No hubo una respuesta de público similar a la que gozaron otros noruegos que nos visitaron hace poco -Immortal-, supuestamente enrolados en el mismo género que Satyr y compañía, o sea, el Black Metal. A las 21:30 hs., cuando el sexteto escandinavo pisó el tablado (en realidad, Satyr, Frost, y cuatro musicos de apoyo), no éramos más de quinientos los presentes en el lugar. Cosa que era más o menos lo que se esperaba, las expectativas de concurrencia rondaban esa cifra. Pues bien, ahora podemos decir: Mala suerte para aquéllos que se lo perdieron!

SATYRICON dió cátedra en su debut por estos lares. Y en varias materias: primero, calidad musical. Incuestionable. Lo de Frost en la batería fue rayano en lo inolvidable, una auténtica ametralladora humana.
Satyr es un frontman de la puta madre, y su voz ruge con fiereza y sapiencia, sin decaer ni por un instante.
Los dos violeros, Steinar Gundersen y Gildas Le Pape, aportaron solvencia, contundencia y mucho compromiso con el show, al igual que el bajista Silmaeth.

En segundo término, la banda entró en relación con el público (especialmente Satyr, obvio), desmintiendo aquéllas versiones que los calificaban como muy blackers (tradúzcase distantes) en relación a sus seguidores. Satyr habló (casi nada en español) bastante, y se manifestó muy agradecido y feliz por esta gira sudamericana, especialmente por su visita a Argentina (bueno, estaban acá, qué iba a decir...?); arengó permanentemente y pareció disfrutar plenamente del concierto.

Y en tercer lugar, dictaron cátedra también en la dudosa materia que comprende satisfacer a viejos y nuevos fans, sin desagradar a ninguno, cuando la banda ha cambiado notablemente su sonido de antaño, mutando hacia un estilo ya no tan Black, que seguramente les debe haber acarreado el mote de "vendidos" en más de una oportunidad... SATYRICON se las arregló para sonar modernos, contundentes, blackers, extremos y precisos, en todo momento del show. Impecables, muchos porotos para ellos ante tamaña demostración de versatilidad.

Si, variedad, versatilidad, capacidad para re-inventarse... todo eso demostró SATYRICON a su paso por El Teatro Flores.

Habíamos leído una entrevista a Frost en los días previos a su tour sudamericano, donde declaraba que todos, viejos y nuevos fans, iban a quedar satisfechos, porque ellos pensaban tocar temas de todas las épocas, desmintiendo a esas voces que decían que el único título de su etapa más Black que tocarían iba a ser "Mother North". Y cumplieron lo predicho por Frost, para algarabía de todos nosotros.

He aquí el variado setlist ofrecido por los noruegos:

Repined Bastard Nation
The Wolfpack
Now, Diabolical
Forhekset
Black Crow on a Tombstone
Walk the Path of Sorrow
Filthgrinder
Commando
The Pentagram Burns
Die By My Hand
To the Mountains
Du Som Hater Gud
Hvite Krists Død
K.I.N.G.
Fuel for Hatred
Mother North

Como bien pueden notar, no hubo disco que no estuviera representado por al menos una canción; era obvio que iban a hacer hincapié en "Age of Nero", el último registro; pero nadie puede decir que se fue disconforme del lugar porque no le tocaron ninguna composición de su álbum favorito. Personalmente nos quedamos con "Repined Bastard Nation", "Now, Diabolical", "Black Crow on a Tombstone", "Walk the Path of Sorrow" (terrible, un viaje rumbo a las épocas del "Dark Medieval Times"), "The Pentagram Burns" y "Fuel for Hatred" como los pasajes más salientes de un show compacto, parejo e inolvidable.

El comportamiento del público fue absolutamente ejemplar, transformando al espectáculo en muy apto para apreciar tranquilos aquéllos que así lo deseaban; como así también para mezclarse en el más furioso pogo, para quienes disfrutan con tal posibilidad. Hubiese estado bien, si, que fuéramos más, la banda así lo mereció, sin dudas.

El sonido fue notable, impecable a lo largo de todo el recital, y el juego de luces estuvo simplemente discreto. La organización a cargo de Icarus (Nuevamente mil gracias para Marcela Scorca y todo el staff!!) fue totalmente solvente, como nos tienen acostumbrados.

No sabemos si será el show del año, pero sin dudas estará entre los mejores y más destacados de los últimos tiempos; SATYRICON nos entregó a su paso por la noche de Flores mucho más de lo que nuestras expectativas presuponían... y eso que las mismas eran bastante altas!

Videos del show:
"Black Crow on a Tombstone": http://www.youtube.com/watch?v=cM36s14vXPw
"Walk the Path of Sorrow": http://www.youtube.com/watch?v=3MF2MeRjakc
"The Pentagram Burns": http://www.youtube.com/watch?v=ZU9sgfQPB30
"Du Som Hater Gud": http://www.youtube.com/watch?v=bjPtg6dHeA0
"Mother North": http://www.youtube.com/watch?v=pNLJ8rPzl4A

Comentario, fotos y videos: Javier Parente, para OXIDO.-